Cuitláhuac García deja la gubernatura de Veracruz en medio del silencio

 
México

Recientemente, Cuitláhuac García Jiménez, exgobernador de Veracruz, dejó el cargo tras seis años de administración, pero su salida ha pasado desapercibida, sumida en un silencio que resuena con fuerza. Una imagen reciente, en la que se le ve asistir a un juego de la final de los Halcones de Xalapa sin recibir ningún saludo ni apoyo, ilustra con claridad el vacío de su figura política. Ni aplausos ni críticas; solo indiferencia.

Durante su gestión, Veracruz vivió una administración caracterizada por la ineficiencia, la corrupción y la falta de transparencia. Su gobierno, lejos de lograr avances significativos, dejó un legado gris que no logró captar la simpatía popular. Esta falta de logros no es nueva, y su salida, aunque esperada, no fue recibida con un mínimo de entusiasmo o reconocimiento.

Sin embargo, lo más inquietante no es solo la evaluación negativa de su mandato, sino la frialdad con la que se le ha tratado tras su salida. En la política, el respeto es un valor que se suele reservar para aquellos que han ejercido el poder. Sin embargo, García Jiménez no ha sido ni recordado ni saludado por aquellos que antes fueron sus aliados, lo que subraya la desconexión que existe entre él y la clase política veracruzana.

En México, existe una regla no escrita entre los exgobernantes: retirarse de la escena pública por un tiempo, como una especie de autoexilio. No obstante, García Jiménez ha decidido retomar su vida sin hacer demasiado ruido, una opción que podría haber sido interpretada como un intento de desaparecer discretamente. Sin embargo, lo más sorprendente es que su regreso no ha generado ni la más mínima controversia. No hubo revuelo, ni protestas, ni siquiera una mención en redes sociales. Es como si nunca hubiera estado allí, como si su administración nunca hubiera dejado una huella significativa en la historia del estado.

Lo que resalta en todo esto es la indiferencia: una indiferencia palpable tanto por parte de la ciudadanía como de sus compañeros políticos. Este silencio es un reflejo de la debacle política que atraviesa Veracruz tras su partida. La falta de una marca indeleble de su gobierno es la prueba de que no logró ganarse el respeto ni el afecto de la población.

Hoy, más que nunca, Veracruz necesita que sus líderes y nuevos servidores públicos asuman la responsabilidad de reconstruir la confianza y el respeto de la ciudadanía. La historia de Cuitláhuac García Jiménez debería servir como una lección de lo que se debe evitar en la política: el desapego a las necesidades del pueblo y la desconexión con la realidad de la gente.



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